jueves, 12 de julio de 2012

Todo es y no es...




La Gran Vía no es difícil, pero hay que evitar tener preferencias.
La Vía es clara cuando amor y odio no están presentes.
Si haces una mínima distinción, cielo y tierra se separan hasta el infinito.
Estar a favor o en contra es la enfermedad del espíritu.
Si no entiendes el significado profundo de las cosas,
no podrás apaciguar tu espíritu.
La Vía , infinita como el espacio, es perfecta
y nada falta o sobra en ella.
Al desear o rechazar las cosas
no las vemos como son.
No busques el mundo de los fenómenos,
No te apegues a la vacuidad.
Permanece tranquilo y sin esfuerzo en el Uno
y esas ideas desaparecerán por sí solas.
Cuando quieres estar en la quietud,
ésta engendra actividad.
Si estás en un extremo o en otro,
no podrás conocer el Uno.
Si no permaneces en la unidad de la Vía,
La actividad y la quietud llevan al fracaso.
Si consideras sólo la existencia de las cosas, no ves su vacuidad.
Si te asientas en el vacío, no ves la realidad.
Pensar y hablar sobre ello nos aleja de la vía.
Si abandonamos el pensamiento y el habla, no habrá verdad que no se pueda alcanzar.
Retornando al origen encontramos el significado,
pero si vas tras las apariencias te alejas del origen .
Si aunque sólo sea un instante realizamos la mirada interior,
fenómenos y vacío podrán ser transcendidos.
Si nos parece que el mundo cambia incesantemente
es debido a nuestra ignorancia.
No se trata de buscar la verdad,
sólo hay que dejar de tener prejuicios.
No te asientes en la dualidad.
Evita seguir opiniones duales.
Si consideras “correcto” o “incorrecto”,
te deslizas en el mundo de los opuestos y el espíritu caerá en la confusión.
Todo lo dual proviene del Uno,
pero no te apegues al Uno.
Cuando el espíritu se unifica sin apego,
los fenómenos son inofensivos.
Cuando los fenómenos son inofensivos
dejan de existir y con ellos el espíritu.
El sujeto existe porque hay objeto.
El objeto existe porque hay sujeto.
Sujeto y objeto se desvanecen.
En verdad, no son otra cosa que vacío.
En la unidad del vacío,
sujeto y objeto son indistinguibles y contienen el mundo entero.
Si no haces ninguna distinción entre grosero y sutil,
permanecerás alejado de los prejuicios.
La Gran Vía no es fácil, no es difícil,
pero la duda y la prisa son grandes obstáculos.
Apegarnos a la Gran Vía es caer en el error.
Deja que las cosas sigan su propia naturaleza.
Si dejas que las cosas sean a su manera,
no habrá ir ni venir y, libre, estarás tranquilo.
Cuando el pensamiento se enreda en juicios,
no vemos la verdad de las cosas y engendramos sufrimiento.
La confusión y el malestar cansan el espíritu.
¿Para qué desear esto o no querer aquello?
Para ir por el Camino único deja los prejuicios contra el mundo de los sentidos y de las ideas.
Cuando lo aceptes plenamente, alcanzarás la iluminación.
El hombre sabio no se obstaculiza a sí mismo,
pero el ignorante se encadena con el amor y el odio.
Las cosas del mundo no saben de discriminaciones.
Buscar el espíritu con la mente que distingue es el gran error.
Quietud e inquietud son ilusorias,
En la iluminación no hay apego o aversión.
La dualidad surge de nuestras deducciones.
¡Que ganancia y pérdida desaparezcan para siempre!
Si nuestros ojos no duermen, no habrá sueños.
Si el espíritu no se pierde en discriminaciones, la esencia única.
Cuando vemos la esencia única en todas las cosas,
nos liberamos de todas las ataduras.
Al ver todas las cosas con ecuanimidad,
regresamos a nuestra naturaleza original.
En nuestra naturaleza original
nada puede ser comparado.
Movimiento y reposo desaparecen.
La dualidad deja de existir.
Cuando la dualidad desaparece, la misma unidad desaparece.
Nada puede describirlo.
Las dudas se desvanecen y la fe verdadera reaparece.
Sin aferrarnos a nada, libres.
Todo está vacío, claro y luminoso por sí mismo.
Este mundo, en el que las cosas son tal cual son, el intelecto no lo alcanza.
En él no hay yo ni otros.
Para experimentarlo basta con “no dos”.
Todo es idéntico y está contenido en la no dualidad.
Los sabios saben esto.
Ni existente, ni no existente.
En todas partes y siempre delante de nuestros ojos.
Lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande
son lo mismo. Sin límites.
La existencia es la no-existencia.
La no-existencia es existencia.
Uno en todas las cosas.
Todas las cosas Uno.
Si comprendes esto,
no te preocuparás por la imperfección.
La fe es no-dos.
Lo que no es no-dos no es el espíritu de la fe.
Más allá del lenguaje,
Ni pasado, ni presente, ni futuro.
Seng-Ts’an

Con amor, namaste, Daniel.


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