jueves, 23 de enero de 2014

Vipassana (Respiración consciente)


 
Vipassana 

El sistema de Buda era el vipassana. Vipassana significa ser testigo. y él descubrió uno de los mejores métodos, el método de observar tu respiración... simplemente, observar tu respiración.

Respirar es un fenómeno tan simple y natural, y se realiza veinticuatro horas al día. No tienes que hacer ningún esfuerzo. Si repites un mantra, tendrás que hacer algún esfuerzo, tendrás que forzarte. Si dices: «Rama, Rama, Rama», tendrás que esforzarte continua­mente. Y muchas veces te olvidarás. Además, la palabra «Rama» también pertenece a la mente, y nada que sea de la mente puede llevarte más allá de la mente.

Buda descubrió un método completamente diferente. Basta con observar tu respiración... el aliento que entra, el aliento que sale.

Hay cuatro cosas que se deben observar. Siéntate en silencio y empieza por ver la respiración, por sentir la respiración. La prime­ra cosa es el aliento que entra. Después, cuando el aliento ha en­trado, se detiene un momento... es un momento muy breve, pero se detiene una fracción de segundo; esa es la segunda cosa que hay que observar. Después, el aliento da la vuelta y sale; esa es la tercera cosa que hay que observar. Y una vez más, cuando el aliento ha salido del todo, se detiene durante una fracción de segundo; esa es la cuarta cosa que hay que observar. Entonces, el aliento empieza a entrar de nuevo... ese es el círculo de la respiración. Si puedes observar estos cuatro aspectos, quedarás sorprendido, asombrado del milagro de un proceso tan simple... porque la mente no interviene.

        Observar no es una cualidad de la mente. Observar es la cuali­dad del alma, de la conciencia. Observar no es un proceso mental en absoluto. Cuando observas, la mente se detiene, deja de existir. Sí al principio te distraerás muchas veces y la mente entrará y em­pezará a jugar a sus juegos de siempre. Pero cuando recuerdes que te has distraído, no hay necesidad de sentirse culpable o arrepenti­do... simplemente, reanuda la observación, vuelve a observar una y otra vez tu respiración. Poco a poco, poco a poco, la mente interfe­rirá cada vez menos.

Y cuando seas capaz de observar tu respiración durante cuaren­ta y ocho minutos seguidos, quedarás iluminado. Esto te va a sor­prender. ¿Solo cuarenta y ocho minutos? Porque te parece que no es muy difícil... ¡solo cuarenta y ocho minutos! Pues es muy difícil.

       En solo cuarenta y ocho segundos, caerás muchas veces víctima de la mente. Inténtalo con un reloj delante; al principio no podrás mantenerte vigilante ni sesenta segundos. En solo sesenta segun­dos, en un minuto, caerás dormido muchas veces. Te olvidarás de observar... la observación y la vigilancia quedarán olvidadas. Alguna idea te llevará lejos, muy lejos. Y de pronto te darás cuenta... mira­rás el reloj y verás que han pasado diez segundos. Durante diez se­gundos no estuviste vigilando.

Pero poco a poco, poco a poco... es cuestión de tino; no es cues­tión de práctica, sino de tino... poco a poco lo irás absorbiendo. Por­que esos pocos momentos en los que estás vigilante son de una be­lleza tan exquisita, de una alegría tan tremenda, que una vez que hayas saboreado esos pocos momentos querrás volver una y otra vez... sin más motivo que por el gozo de estar ahí, presente ante la respiración.

Recuerda, no es el mismo proceso que se hace en el yoga. En el yoga, el proceso se llama pranayam; es un proceso completamente diferente, de hecho es lo contrario de lo que Buda llama vipassana. En el pranayam haces aspiraciones profundas, te -llenas el pecho con todo el aire posible, absorbiendo cada vez más oxígeno; después vacías los pulmones todo lo posible, expulsando todo el dióxido de carbono. Es un ejercicio físico... es bueno para el cuerpo, Pero no tiene nada que ver con el vipassana.

En el vipassana no tienes que cambiar el ritmo de tu respiración natural. No tienes que hacer. inhalaciones largas y profundas; no tienes que exhalar de manera diferente de la normal. Deja que sea absolutamente normal y natural. Toda tu conciencia tiene que es­tar en un punto, observando.

Y si puedes observar tu respiración, también puedes empezar a observar otras cosas. Al andar puedes observar que estás andando, al comer puedes observar que estás comiendo. Y por fin llega un momento en el que puedes observar que estás dormido. El día en que puedas observar que estás dormido te verás transportado a otro mundo. El cuerpo sigue durmiendo, y dentro sigue ardiendo una luz brillante. Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas... para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo. 

Un maestro Zen estaba sacando agua del pozo, y un devoto que. había oído hablar de él y venía desde muy lejos para verlo le pre­guntó:

-¿Dónde puedo encontrar a Fulano, el maestro de este monasterio?

Pensaba que aquel hombre tenía que ser un sirviente, que saca­ba agua del pozo. ¿Cómo va Buda a traer agua del pozo? ¿Cómo va Buda a limpiar el suelo?

- El maestro se echó a reír y dijo:

-Yo soy la persona que andas buscando.

El devoto no se lo podía creer, y dijo:

-He oído hablar mucho de ti, pero jamás te imaginé sacando agua del pozo.

-Pues eso era lo que hacía antes de iluminarme -dijo el maes­tro-. Sacar agua del pozo, cortar leña... Eso es lo que hacía antes­ y eso es lo que sigo haciendo. Soy muy eficiente en esas dos cosas: sacar agua del pozo y cortar leña. Ven conmigo. Lo siguiente que voy a hacer es cortar leña. Obsérvame.

-Pero entonces, ¿qué diferencia hay? -preguntó el hombre-.

Antes de iluminarte hacías esas dos cosas, después de la -ilumina­ción sigues haciendo las mismas dos cosas. ¿Qué diferencia hay? El maestro se echó a reír.

       -La diferencia es interior. Antes lo hacía todo dormido; ahora
lo hago todo conscientemente, esa es la diferencia. Las actividades son las mismas, pero yo ya no soy mismo. El mundo es el mismo, pero yo no soy el mismo. Y como ya no soy el mismo, el mundo tampoco es el mismo para mí.

       La transformación tiene que ser interior. Esa es la auténtica renuncia: el mundo de antes desaparece porque el ser de antes ha desaparecido.

       Del libro "Consciencia" de Osho.
 
Con amor, namaste, Daniel.

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